Los mercados mundiales del gas se encuentran en un delicado equilibrio, con un crecimiento de la oferta que no logra seguir el ritmo de la demanda, la cual aumentó un 1,5% en 2023 y se prevé que alcance el 2,1% a finales de 2024. Asia se consolida como el principal motor de este crecimiento, mientras que América del Norte y Oriente Medio lideran las exportaciones, reforzando su posición en el mercado global.
Sin embargo, el panorama a largo plazo es preocupante. Si la demanda de gas continúa creciendo al ritmo observado en los últimos cuatro años, sin un incremento significativo en la producción, se espera un déficit mundial del 22% para 2030. Este déficit podría ser aún mayor si la demanda sigue fortaleciéndose, lo que subraya la necesidad urgente de aumentar las inversiones en la industria.
El crecimiento de la demanda energética no es exclusivo de Asia. Las regiones desarrolladas y en desarrollo han mostrado un incremento continuo, con un alarmante resurgimiento del uso del carbón en 2023. Este aumento ha contribuido a que las emisiones energéticas globales alcanzaran un nuevo récord, lo que pone en riesgo los objetivos de descarbonización para 2030.
En Europa, a pesar de los esfuerzos por mejorar la eficiencia energética y la caída de la actividad industrial, la demanda de energía ha seguido aumentando. En América del Norte, la demanda superó los niveles de 2019, impulsada por sectores como el transporte y los centros de datos de inteligencia artificial. Asia, liderada por India y China, también está viendo un fuerte aumento en su demanda, especialmente en los sectores industriales. Mientras tanto, África, aunque con un crecimiento más rápido que muchas otras regiones, sigue luchando por alcanzar niveles de acceso a la energía que permitan un desarrollo equitativo.
Frente a este panorama, es crucial aumentar la inversión en el suministro de gas natural y expandir tecnologías emergentes como el biometano, la captura y almacenamiento de carbono (CCS) y el hidrógeno de bajas emisiones. Actualmente, el gas natural representa una oportunidad inmediata para reducir las emisiones del carbón en un 50% y las del petróleo en un 30%, mediante un cambio rentable.
El biometano, que es un sustituto directo del gas natural, está subutilizado, representando solo el 1% del mercado actual, aunque su producción está en expansión, especialmente en América del Norte y Europa. Nuevos centros de producción están emergiendo en países como China e India. La tecnología de captura de CO2 también está ganando terreno, pero su escala aún es insuficiente para lograr una transición energética exitosa, al igual que ocurre con el biometano y el hidrógeno de bajas emisiones.
Estas tecnologías serán fundamentales para la descarbonización del suministro energético y para asegurar su resiliencia a largo plazo. Sin embargo, para que esto sea una realidad, se requieren inversiones urgentes y políticas que faciliten el desarrollo de proyectos que aumenten su escala y impacto. Solo así se podrá enfrentar el desafío de asegurar un suministro energético global estable y sostenible en los próximos años.
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